Esta obra contrapone la inocencia infantil con la cultura de consumo. Una niña con vestido floral y pulseras de colores come una hamburguesa con una expresión que mezcla placer y voracidad. Su mirada, ligeramente enrojecida por el flash de la fotografía original, añade un toque intenso y casi surrealista. El fondo neón evoca la publicidad y la cultura pop, mientras que el toro monocromático refuerza sutilmente la idea del consumo. Junto a la hamburguesa, funciona como un recordatorio de su origen, invitando a una pequeña reflexión sobre los hábitos de consumo. Combinando hiperrealismo y expresionismo, la obra contrasta el detallismo con trazos más crudos y gestuales. Invita al espectador a ir más allá de la imagen superficial y reflexionar, aunque sea brevemente, sobre la relación entre placer, consumo y sus implicaciones.