Esta pintura al óleo sobre lienzo, hace parte de la Serie “Seres de luz”, es una obra profundamente emotiva que refleja el vínculo especial entre la artista y su hijo, quien es el protagonista de la composición. El fondo de la obra introduce un elemento trascendental: la gran esfera azul que envuelve al niño, la cual simboliza la luna y un espacio de protección y espiritualidad. Dentro de esta esfera, emergen siluetas de ángeles, que parecen acompañarlo en silencio. Estas figuras etéreas evocan una sensación de resguardo y misticismo, como si la madre quisiera plasmar en la obra una presencia espiritual que vela por su hijo. El uso del azul profundo con destellos dorados en la parte superior añade un toque celestial, casi cósmico, reforzando la idea de que el niño no está solo, sino rodeado de seres de luz que lo guían y lo protegen. Este detalle puede interpretarse como una metáfora del amor maternal, que trasciende lo físico para convertirse en una fuerza omnipresente y eterna.