En esta obra he querido explorar el lenguaje silencioso entre distintas generaciones, representando visualmente la conexión entre un abuelo y su nieto a través de dos elementos aparentemente opuestos. La catedral, pintada en tonos fríos y desdibujados, simboliza la figura del abuelo como una presencia sólida, serena y paciente, cargada de historia y experiencia que observa desde la sombra, con una ternura profunda. En contraste, el tiovivo irrumpe en la escena con luces cálidas y vibrantes, llenando el espacio de movimiento como un destello fugaz y lleno de energía. Esta obra plasma la belleza de la transmisión intergeneracional, rindiendo homenaje a toda una generación que, con su sabiduría y experiencia, ha sido guardiana de nuestras raíces y arquitecta de las historias que nos definen. En su legado, compuesto por enseñanzas, sacrificios y valores compartidos, perdura un amor y una fuerza que trascienden el tiempo, convirtiéndose en parte esencial de quienes somos y de lo que seremos