Este es un autorretrato pintado íntegramente del natural, en el que llevo un traje típico colombiano que, para mí, es más que una prenda: es un símbolo de mi cultura, de mis raíces y de la crianza que tuve entre los carnavales folclóricos de mi ciudad. Cada pliegue del vestido y cada matiz en la tela son ecos de esas celebraciones vibrantes que moldearon mi identidad. Pintarme a mí misma fue un desafío técnico y emocional. No solo por la complejidad de la composición y del vestuario, sino porque el autorretrato exige algo más que observación: demanda honestidad. Es un encuentro cara a cara con uno mismo, con la propia historia y las emociones que emergen en el proceso. Este cuadro es un diálogo entre el pasado y el presente, entre la tradición y la individualidad. A través de la luz y la forma, busco capturar no solo una imagen, sino un sentimiento: el peso de la memoria, la búsqueda de identidad y la conexión con mis raíces. Trabajar del natural me permitió explorar estos elementos