En esta obra, se exploran las profundidades de la identidad y el autodescubrimiento, fusionando elementos surrealistas que conectan a la figura humana con el mundo marino. La imagen de la mujer con un pez sobre su cabeza simboliza la fluidez y la naturaleza cambiante de nuestro propio ser. Los colores vibrantes y los detalles en las escamas representan la riqueza de nuestras emociones y pensamientos, mientras que la mirada penetrante sugiere una introspección que invita al espectador a cuestionar su propia naturaleza y el equilibrio entre lo humano y lo salvaje, entre la superficie y lo profundo. Esta obra es una invitación a sumergirse en el océano de uno mismo, descubriendo capas ocultas y conectando con aspectos internos que muchas veces permanecen en las sombras, ofreciendo un diálogo visual sobre quiénes somos realmente más allá de lo que vemos en el espejo.