El reloj marcando el tiempo con un latido constante. Es testigo silencioso de risas y lágrimas, de amaneceres que prometen y atardeceres que susurran despedidas. En la infancia, el tiempo es un juego sin prisas. Las agujas avanzan despacio mientras los días se llenan de sueños y descubrimientos. No hay apuro, solo el gozo de vivir el presente sin pensar en el mañana. En la juventud, el tiempo se convierte en cómplice y en reto. Las horas corren veloces, como si quisieran escaparse de las manos. Hay deseos urgentes, metas que alcanzar, amores que laten al ritmo acelerado de los minutos. Una silla que estará en toda nuestra vida. Testigas de todo lo que ablamos. Compartimos. Desde el primer día hasta el último siempre estarán en nuestra vida. Puertas que guardaran todos los secretos. De nuestra vida. Y una escalera. En que cada escalón simbolisa. Un momento de la vida. Un buen momento o uno malo un adiós. Una dificultad una alegría. Que al final será tranquila.