Esta pintura realizada del natural, rinde homenaje a la majestuosidad de la escultura clásica. Inspirada por la imponencia y la fuerza expresiva de esta figura, es además, un testimonio vivo de todos los momentos de frustración, perseverancia, aprendizaje y victorias diarias que marcaron su creación. Cada pincelada valiente, inspirada en maestros como Sorolla y Rembrandt, fue una exploración no solo de técnica, sino también de mi propia esencia como artista. Trabajar de una escultura tan imponente fue un desafío en el que busqué equilibrar el nivel de detalle, la luz, la sutileza de temperatura y contrastes manteniendo la armonía y unidad. Esta obra me enseñó que el arte que pinto es un reflejo de lo que soy, cada vez que aprendo a pintar, aprendo a vivir. Más allá del impacto visual, es una profunda reflexión personal sobre cómo el arte puede trascender el lienzo y tocar lo más íntimo de quien lo crea y quien lo observa.