He soñado de forma recurrente que pintaba un cuadro de grandes dimensiones en donde una maravillosa Marilyn Monroe acromática aparece radiante, como si acabara de regresar de algún viaje, y luce el vestido estampado que llevaba en las escenas de la piscina durante el rodaje de Something’s Got To Give, la película que dejó inacabada con su prematura muerte en agosto de 1962. En primer término, la actriz está arrodillada sobre el césped y, sabiéndose la protagonista absoluta del cuadro, sonríe relajada. Junto a ella, la sombra del espectador, que es también la mía, se proyecta sobre la hierba. Al fondo, el porche de una casa típicamente norteamericana cobija una evidente autorreferencia y se abre a una gran piscina que, de lado a lado, ocupa el plano medio de la pintura, en un claro homenaje al pop de Hockney. Se trata en definitiva de una onírica y sugerente escena de verano, pintada con tonos grises, en la que el vestido que lleva puesto la actriz rompe con la monocromía del cuadro.